La Guía del Autoestopista Cibernético dice que existen ciertas cosas que hay que vivir para saber y entender qué fueron exactamente. El Electric Festival es una de esas cosas.
Acampamos aproximadamente a las 16:30 y tras una vuelta de reconociemiento y la recogida de las pulseras nos subimos al autobús que trasladaba a los festivaleros al recinto donde se celebraban los conciertos.
La pega de que hubieran dos escenarios es que si pretendes estar en medio del frenesí de algún concierto tengas que conceder pequeños sacrificios. De esta manera no tuvimos más remedio que ver a
Millencolin,
Serj Tankian y
Cavalera Conspiracy a cierta distancia. Cuando llegó la hora de
Iggy & The Stooges nos dirijimos al escenario principal dispuestos a coger un buen sitio para el concierto de
Rage Against The Machine. Tras el espectáculo de Iggy llegó la tralla de
The Offspring. En el fragor de la batalla perdí dos cosas: a la gente y el que ha sido mi reloj durante los últimos 7 años, pero conseguí mantener la posición... y valió sobradamente la pena.
Termina el concierto de
The Offspring y empieza el movimiento sobre el escenario para prepararlo todo para el gran momento de la noche. Nos ponen música mientras por als pantallas gigantes pasan una y otra vez anuncios de otros festivales, pero
Rage Against The Machine no aparecen y la gente empieza a impacientarse. La música calla, se apagan las luces y las pantallas. Hacen su entrada al escenario cuatro hombres vestidos con un mono naranja y una capucha negra tapándoles la cabeza, como presos recien traidos de Guantánamo. El público empieza a gritar. Les ponen los instrumentos en las manos, sientan al batería en su sitio... y empieza a sonar
Bombtrack! Se desata locura, es imposible quedarse quieto y a la vez es imposible moverse. Eres como un pelele arrastrado por la marea, te aplastan, te asfixian, pero no querrías estar en ningún otro sitio.
Termina la canción, se quitan las capuchas y reciben la ovación del público. Se retiran a cambiarse, y en ese mismo momento empieza a levantarse el telón de fondo: una inmensa estrella roja al tiempo que por megafonía suena el himno de
La Internacional. Todo el público con el puño en alto y cantando y yo con los pelos de punta. Con las últimas notas aparecen por fin
Zack de la Rocha,
Tom Morello,
Tim Commenford y
Brad Wilk. Se desata completamente el frenesí. Qué conciertazo, la sensación es indescriptible, todavía me queda adrenalina en el cuerpo. Tom Morello es un auténtico mago con la guitarra. Puede que Kirk Hammet técnicamente sea superior, pero es que Tom hace hablar a la guitarra, le saca sonidos que parecen imposibles. Imagina una batalla contra el sistema, cambia las armas por una guitarra y los disparos por canciones y tendrías un principio de idea de lo que fue el directo de
Rage Against The Machine. Sencillamente indescriptible. Mola tanto que se sale de escala en mi molonómetro.
Por cierto, feliz cumpleaños Tom! ^^